Hola mis estimados amigos:
Una vez que no hubo fin del mundo, me encontré con unas fotos antiquísimas del Centro Médico.
Fueron unos aciagos días de sobrevivencia y exploración en el D.F, sucedió que los paupérrimos recursos económicos en la familia, hicieron que emigrara de la Ciudad de Oaxaca, mi madre tomaría la decisión de llevarnos a mi hermano y a mí al D.F. en donde se encontraba trabajando mi padre, fue todo un acontecimiento, salimos en el tren de las once de la noche abordamos el vagón de segunda que estaba completamente repleta de pasajeros, logró mi madre un asiento y se sentó con mi hermano yo iría parado, sentado y acostado en el pasillo escondiéndome del cobrador que le era bastante difícil pasar entre el hacinamiento de la gente, en cada parada subían los vendedores de café, atole, tamales, refrescos, etc., que lo anunciaban a todo pulmón y era imposible callarlos, así que la mezcla de olores en el vagón era indescriptible, pasamos el Parían, Tomellín, Tehuacán, etc., llegariamos al DF tal vez como a las seis de la tarde, la cuestión es que oscurecía, salimos de la Terminal de Buenavista y nos llevó nuestra madre con preguntas y un buen taxista a Versalles 98-A10 en donde se encontraba mi padre viviendo en esas vecindades típicas de hacinamiento, se entraba por una puertecita llegando a un cuarto en obra negra con un solo baño para toda la vecindad de unos diez cuartos con un lavadero y ropa que colgaba en el reducido pasillo, entramos a un cuartito de unos 3X3 en donde todo cabe sala,cocina,comedor y recamara, platicarían los papas de sus cosas y nosotros dormiríamos.
Corría la mañana del año del 1969, el gelatinero nos despertaría con sus estridentes gritos ¡¡Jaletinas!!¡¡Jaletinas!!, mi padre se había ido a trabajar y se llevó a la mamá, el hermano salió a explorar la zona y yo también aunque cada quien por su lado, en la esquina hacia el norte estaba la calle de niño perdido, hacia el oriente a una o dos calles pasaba el Viaducto, para el sur estaba la calle del Dr. Vertiz, caminé por vertiz hacía el mercado 24 Morelia, luego estaba una gasolinera y mas adelante se llegaba al parque Hidalgo y su mercado del mismo nombre, al siguiente día mi padre me compró una caja de bolero y me envío a ganarme la vida, recuerdo que mi primera baleada lo realicé en esa gasolinera que se encontraba en vertiz, a alguien quien piadosamente al ver mi escuálida figura, flaco, "chimeco", con harapos, de unos 12 años de edad y una caja nueva, me llamó para darle "bola", bolear ya sabía porque en Oaxaca ya me habían instruido mis hermanos, cuando se trató de cobrar me dijo el cliente cuanto es? no sabía cuanto cobrar y en mi tartamudeo el sacó cambio de la guantera de su carro y me lo dio todo tal vez 3 o 4 pesos no lo sé pero fue mucho dinero así que al recibir el dinero lo guardé en mi pantalón y corrí porque pensé en que se podría arrepentir de lo que me había dado pero no fue así porque cuando volteé le miré una sonrisa de satisfacción de haber realizado su obra benefactora del día, caminé por una diagonal creo era el Dr. Márquez y llegué al centro médico, me quedé asombrado de la maravilla del lugar, recorrí como buen turista toda la zona es decir toda la cuadra, recuerdo que leí ISSSTE en algún lugar, y entré en lo que era el Hospital General claro que me sacaron porque no permitían la entrada a vendedores ambulantes, boleros, limosneros, etc., que me lo hicieron saber, pero le dí una boleada al corrupto vigilante y ya me dejó pasar.
Entonces tuve la fortuna de conocer los trolebuses
eran espaciosos colgados de las lineas de electricidad y con bastante luz en su interior, claro que mi actividad como bolero me daba facilidades para desplazarme de norte a sur y de este a oeste, así que fácilmente llegaba a la merced o al zócalo, o siguiendo la calle de niño perdido llegaba hasta San Juan de Letran y a la Torre Latinoamericana y a las calles 20 de noviembre, Juárez, tepito, la lagunilla, el parque los venados, etc., a que bellos tiempos aquellos porque con una torta se podía vivir sin preocupaciones, los días eran largos y las noche cortas, pero otro día era para caminar otros rumbos y recorrer calles y calles del D.F.
Una vez que no hubo fin del mundo, me encontré con unas fotos antiquísimas del Centro Médico.
Fueron unos aciagos días de sobrevivencia y exploración en el D.F, sucedió que los paupérrimos recursos económicos en la familia, hicieron que emigrara de la Ciudad de Oaxaca, mi madre tomaría la decisión de llevarnos a mi hermano y a mí al D.F. en donde se encontraba trabajando mi padre, fue todo un acontecimiento, salimos en el tren de las once de la noche abordamos el vagón de segunda que estaba completamente repleta de pasajeros, logró mi madre un asiento y se sentó con mi hermano yo iría parado, sentado y acostado en el pasillo escondiéndome del cobrador que le era bastante difícil pasar entre el hacinamiento de la gente, en cada parada subían los vendedores de café, atole, tamales, refrescos, etc., que lo anunciaban a todo pulmón y era imposible callarlos, así que la mezcla de olores en el vagón era indescriptible, pasamos el Parían, Tomellín, Tehuacán, etc., llegariamos al DF tal vez como a las seis de la tarde, la cuestión es que oscurecía, salimos de la Terminal de Buenavista y nos llevó nuestra madre con preguntas y un buen taxista a Versalles 98-A10 en donde se encontraba mi padre viviendo en esas vecindades típicas de hacinamiento, se entraba por una puertecita llegando a un cuarto en obra negra con un solo baño para toda la vecindad de unos diez cuartos con un lavadero y ropa que colgaba en el reducido pasillo, entramos a un cuartito de unos 3X3 en donde todo cabe sala,cocina,comedor y recamara, platicarían los papas de sus cosas y nosotros dormiríamos.
Corría la mañana del año del 1969, el gelatinero nos despertaría con sus estridentes gritos ¡¡Jaletinas!!¡¡Jaletinas!!, mi padre se había ido a trabajar y se llevó a la mamá, el hermano salió a explorar la zona y yo también aunque cada quien por su lado, en la esquina hacia el norte estaba la calle de niño perdido, hacia el oriente a una o dos calles pasaba el Viaducto, para el sur estaba la calle del Dr. Vertiz, caminé por vertiz hacía el mercado 24 Morelia, luego estaba una gasolinera y mas adelante se llegaba al parque Hidalgo y su mercado del mismo nombre, al siguiente día mi padre me compró una caja de bolero y me envío a ganarme la vida, recuerdo que mi primera baleada lo realicé en esa gasolinera que se encontraba en vertiz, a alguien quien piadosamente al ver mi escuálida figura, flaco, "chimeco", con harapos, de unos 12 años de edad y una caja nueva, me llamó para darle "bola", bolear ya sabía porque en Oaxaca ya me habían instruido mis hermanos, cuando se trató de cobrar me dijo el cliente cuanto es? no sabía cuanto cobrar y en mi tartamudeo el sacó cambio de la guantera de su carro y me lo dio todo tal vez 3 o 4 pesos no lo sé pero fue mucho dinero así que al recibir el dinero lo guardé en mi pantalón y corrí porque pensé en que se podría arrepentir de lo que me había dado pero no fue así porque cuando volteé le miré una sonrisa de satisfacción de haber realizado su obra benefactora del día, caminé por una diagonal creo era el Dr. Márquez y llegué al centro médico, me quedé asombrado de la maravilla del lugar, recorrí como buen turista toda la zona es decir toda la cuadra, recuerdo que leí ISSSTE en algún lugar, y entré en lo que era el Hospital General claro que me sacaron porque no permitían la entrada a vendedores ambulantes, boleros, limosneros, etc., que me lo hicieron saber, pero le dí una boleada al corrupto vigilante y ya me dejó pasar.
Entonces tuve la fortuna de conocer los trolebuses
eran espaciosos colgados de las lineas de electricidad y con bastante luz en su interior, claro que mi actividad como bolero me daba facilidades para desplazarme de norte a sur y de este a oeste, así que fácilmente llegaba a la merced o al zócalo, o siguiendo la calle de niño perdido llegaba hasta San Juan de Letran y a la Torre Latinoamericana y a las calles 20 de noviembre, Juárez, tepito, la lagunilla, el parque los venados, etc., a que bellos tiempos aquellos porque con una torta se podía vivir sin preocupaciones, los días eran largos y las noche cortas, pero otro día era para caminar otros rumbos y recorrer calles y calles del D.F.